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En estas comunicaciones de Roland, hay muchos aspectos interesantes. En las que hoy se adjuntan, creo que se pueden destacar al menos dos aspectos: el consuelo que trata de llevar a su madre y cómo la va preparando para su encuentro con él en la vida futura. 

Cuando trata de consolarla, no se anda con paños calientes. La ve privada de cariño, siempre enfrentada a la muerte, viviendo en un plano grosero. Le dice que no se desanime, que su gran alegría está en la vida futura; que lo que le falta en la tierra, le será ganancia para la eternidad; le invita a mirar detrás de las estrellas y del cielo visible. ¡Casi lo contrario de lo que se suele hacer en el mundo en que vivimos! 

Para prepararla para  la vida futura, le enseña a fijarse en cosas con las que está en contacto y que tienen fuerza espiritual: la iglesia, la misa, la hostia blanca, el cirio encendido, los paisajes boscosos, las vibraciones entre las que vive, las vidrieras que son como jeroglíficos… Le recomienda, de forma especial, que saque su fuerza de la alegría del éxtasis y que haga de su vida interior un caleidoscopio de visiones y paisajes sobrenaturales.  

Me parece que  tenemos que ir «desmitificando» palabras como «éxtasis», «mística», «visiones», «audiciones», etc. El éxtasis, por ejemplo, «es un estado en el que una persona se encuentra como transportada fuera de sí y del mundo sensible». ¿No es ésta la situación que nos describen algunos en sus experiencias de salida del cuerpo?… 

¡Buenas noches!

2 de septiembre de 1947. Aniversario. Dieciséis meses sin Roland.

¡Mamá, qué boato!… Una misa para ti sola, celebrada a mi intención… He visto tu alegría, estabas muy emocionada por esa pequeña fiesta para tu hijo.

Es la primera vez que encargas una misa en una capilla del convento, y te ha sorprendido el lujo del ambiente. Recuerda bien lo que te digo.

Era un ambiente de riqueza, y estabas sola para escuchar las oraciones, las invocaciones pronunciadas por mí. Coronas de palabras, collares de éxtasis. En un pequeño rincón de la tierra, hubo como en enjambre de mariposas. La hostia blanca atravesó la sombra de vuestro planeta; el cirio encendido proyectó rayos a mis pies.

Te quiero, Man, te he visto correr en el frío de la mañana, por temor a llegar tarde a la casa de Dios, y fuiste puntual. Así debes ser siempre en tus citas divinas.

Duerme, el corazón de Roland vive. Tu mano está en la de un ángel. Lee el resto de esta entrada »

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