En esta ocasión Jean Prieur nos toma de la mano para asomarnos a un mundo de los espíritus lleno de desagradables sorpresas. Podemos mantener la calma porque nuestro guía es alguien que sabe bien por donde anda, sabe mucho de los peligros del camino en las oscuras regiones del Más allá, cercanas a la Tierra.

En ese patio de Monipodio encontraremos la peor calaña de los que en la Tierra camparon a sus anchas y continúan articulando engaños, farsas y ardides sin número, para que les sigamos también allí; son muchos y aspiran a crecer en número. En algunas ocasiones, inquietos ellos, vendrán a nuestra casa para amargarnos los días. ¿Qué podemos hacer para librarnos? Jean Prieur ofrece en estas páginas las más variadas respuestas, válidas aquí, en la Tierra, y después.

Más de uno se habrá preguntado si en el Más allá se reencontrará con alguien a quien no soporta; algo así como cruzarse con otro por la calle sin estar avisado de ello: “¿Tendré que ver durante toda la eternidad a la persona que me hizo una mala faena? ¡Es que no puedo ni acordarme de lo que me hizo sin que me cambie el humor!; eso sí, no tengo ya nada en contra de ella, pero amargó años de mi existencia”. Jean Prieur siempre sagaz y con buen humor nos ayudará para ese caso y similares.

¿Cuerpos espirituales de ocupas? Desde ese mundo intermedio continuamente se inician desembarcos de seres malignos en el nuestro y buscan, con un porcentaje elevadísimo de aciertos, a personas que sin percatarse de ello se ven invadidas por un huésped indeseable. Ese visitante les provoca enfermedades que ni la medicina ni la psicología logran remediar. En este capítulo encontraremos medios para evitar que espíritus atormentados puedan llevarnos con ellos a la locura o a algo peor.

¡Buen día!

CAPÍTULO IX – LAS ENTIDADES DE LA OSCURIDAD

IX.1 El gran espacio espiritual llamado Más allá no es siempre tan luminoso como se lo imagina. No es siempre un vuelo hacia un mundo de hadas, una entrega de coronas. Existen unas moradas penosas que responden a la ley de causa y efecto, que se podría resumir en la conocida frase de: «Quien siembra vientos recoge tempestades».

El que ha sembrado la mentira, la calumnia y las disputas se ve asaltado por avispas. Quien tiene todo puesto en la materia, el beneficio, el dinero, se ve en un ambiente crepuscular; quien ha difundido la duda y la desesperanza se ve envuelto en vapores sulfurosos[1]. En cuanto a los asesinos y torturadores, comienzan por soportar lo que infligieron a sus víctimas.

La ley del Karma no admite excusas ni circunstancias atenuantes y se pone en marcha con todo su rigor.

La mayoría de las personas que me escriben, y aquellas que les dejaron no cometieron los excesos anteriormente citados y, por lo tanto, no están incluidas. Sin embargo, hay un mal  muy extendido entre personas no especialmente malas: las actitudes de menosprecio y la irrisión. ¡Atención al karma de la burla!

Las primeras zonas del otro mundo están pobladas de seres que proceden de este y no es sorprendente que encontremos allí la impostura, la ignorancia, la maledicencia y la necesidad de molestar.

Todas las señales y manifestaciones del Más allá no son benéficas; Paule tuvo una trágica experiencia:

«Algún tiempo después de la muerte de mi hijito, que ocurrió en diciembre de 1990 cuando acababa de cumplir trece años, recibí comunicaciones mediante escritura automática. Fue un período de gran felicidad. Le encontraba tal como era, alegre, sincero, alocado y cariñoso. Esos intercambios, que no eran cotidianos, me dejaban confiada y tranquila.

Después, se operó insensiblemente un cambio; el tono se volvió regañón, doctoral y pedante. Surgieron palabras de las cuales él no tenía ni idea. Yo me decía: progresa en el otro lado, adquiere conocimientos nuevos.

Pero la evolución proseguía en sentido negativo; se volvía cada vez más dogmático y orgulloso. Juzgaba de todo y de todos, distribuía las recompensas y, sobre todo, las sanciones, que él reservaba a los otros mensajeros y a sus escribas. Al final, fueron maledicencias y calumnias, acompañadas de reproches hacia mí. Desanimada, invadida de un insoportable malestar, dejé caer el lápiz.»

Era la única cosa por hacer. Muchos como usted vivieron esta experiencia. ¿Qué pasó? Un espíritu mal intencionado llegó a interferir su relación y tomó el lugar de su hijo, pues conocía la trayectoria terrestre. Por eso pudo dar detalles exactos sobe él, sobre usted y su entorno. Yo no creo que su hijo haya cambiado hasta ese punto, convertido  en un ser pretencioso y crítico, pero por una razón desconocida no está en condiciones de dirigírsele.

No se está nunca seguro de la autenticidad de la persona que se encuentra al otro lado del hilo; eso tiene un nombre, es el problema de la ipseidad. Pero hay una señal que no se equivoca nunca, el sentimiento de bienestar o de malestar que se siente al nivel del plexo. Una sensación de frío indica que dejamos, sin apenas notarlo, las regiones benéficas del Más allá. Una vez más, prudencia, prudencia.

IX.2 Otro ejemplo de infestación por entidades maléficas nos lo da Lucile:

«Todo comenzó así: Yo estaba tumbada sobre mi canapé hasta que una voz me susurró “¡Ya está! Esta vez, te tengo” Y me hace bascular la cabeza hacia abajo. ¡Desde entonces esa voz habla día y noche en mi oído! Definitivamente borró el recuerdo de mi padre fallecido. Y sin embargo, siempre tuve el sentimiento de que él me protegía.

Mi desconocido corresponsal imita su voz, la de mis hermanas y de mi madre, la de diversos conocidos y sobre todo la de una amiga que no está ya en este mundo y a la que quería mucho. Se lo dije a mi hermano y me respondió que estaba depresiva. Es verdad, pero cómo librarme de esta voz que me dice, por ejemplo: “Estamos muertos como tú pronto, somos voces de ultratumba”.

Ya no me interesa nada, no vivo, no leo, no salgo de mi casa.»

Pues eso es, justamente, lo que debería hacer: salir, salir con la mayor frecuencia posible. Pasear por las tiendas, ir a espectáculos, al restaurante, ver a los amigos sin hablar de sus problemas. Frecuente las iglesias, cualquiera que sea su religión: allí, los atormentadores no osarán incorporarse. Regresada a casa, rece con fervor para ser liberada, queme incienso, ponga música suave en su reproductor, lea libros donde se hable de pensamiento positivo. Son los espíritus del bajo astral quienes le obsesionan: afortunadamente, tienen un poder limitado y usted debe reenviarles a sus tinieblas hablándoles con energía. No tome calmantes que disminuyen su tono mental y, consecuentemente, sus posibilidades de resistencia. No lea libros inquietantes sobre el Más allá. No busque más comunicar con los espíritus. Evite las reuniones de sectas.»

IX.3 Pierre-Paul sueña regularmente con su padre fallecido el año anterior:

«Me dice cada vez en el ensueño: “Ven conmigo. Verás cómo se está bien aquí. Venga, ven ¡apresúrate!” Y me tiende la mano, pero de momento yo no la tomo. La expresión de su mirada no corresponde con sus palabras: su mirada es fría, su tez amarilla como la tenía en vida y la boca tiene un mal pliegue. “Se está bien aquí”, pretende, pero a su alrededor no veo más que gris. Todo está inmerso en una semioscuridad. Su entorno desprende una inmensa impresión de tristeza. Me extraña que quiera tenerme cerca de él porque, cuando yo era niño, era extremadamente desagradable conmigo, me reprendía y criticaba sin cesar. Su mayor placer era humillarme en público. No tengo ningún buen recuerdo de él. ¿Qué debo hacer?»

Ocurre que espíritus poco evolucionados quieren arrastrar al otro mundo a uno de sus allegados, y no suele ser el amor quien les inspira. No es cosa para usted el reunirse. Es joven, tiene delante una vida entera. Sobre todo no tome la mano que le tiende, rehúsela enérgicamente. Perdónele si quiere, si puede, y dígale que deje de obsesionarle; ¡que no le conviene dar más vueltas sobre la Tierra y encuentre su camino en el mundo de los espíritus! ¡Que escuche a los guías y a los instructores, que trabaje en el otro lado por su regeneración!

Como me ha destacado, él vaga en las zonas grises del astral, zonas de las cuales usted se librará si lleva una vida recta.

IX.4 Silvie tiene un problema que no logra resolver desde hace muchos años:

«Comenzó hace diecinueve años, una noche de tormenta; iba a dormirme cuando, a consecuencia de un relámpago, mi cortina empezó a moverse, aunque la ventana estaba cerrada, y vi una forma humana avanzar hacia mí, toda negra con las manos tendidas. Estaba despierta, grité y me fui rápidamente con mis padres que me acogieron en su cama; tenía entonces cuatro años.

Algunos años más tarde, esa forma se apareció de nuevo frente a mí y me impedía el movimiento. Había una extraña música, hecha de tintineos. Pude echarla más tarde concentrándome en el hecho que yo iba a matarla. Hace unos días, ha vuelto. Me parece que quiere infiltrarse en mi persona.»

Esa aparición es un «vagabundo» del espacio y no parece maléfica, sobre todo si usted tuvo una molestia al nivel del plexo. El hecho de que la paralice es inquietante. Usted tuvo la actitud acertada: hacer una enérgica barrera mental, no permitirle infiltrarse, resistir al intruso con toda la fuerza espiritual. Evidentemente no es cosa de matar al espíritu (eso ya está hecho), pero podemos alejarle por la meditación y la oración.

Releyendo su carta, debo matizar mi juicio del principio, porque los tintineos cristalinos son benéficos. Haría falta que la aparición dijera en el sueño lo que exactamente quiere. De todos modos, esa aparición debe buscar la serenidad en su vida presente y no venir más para importunar a los vivientes

IX.5 Hace algunos meses, durante el sueño, Liliane fue lanzada a un mundo angustioso donde los colores dominantes eran el negro y el gris.

«Me encontré en la entrada de un inmenso pasillo; personajes vestidos de negro, con la cara demacrada y la tez amarillenta, estaban sentados a cada lado. Tenían gran parecido con Belfegor, el héroe de una serie televisiva que tuvo en su tiempo mucha fama. A mi llegada, todos se levantaron y trataron de atraerme hacia ellos ordenándome: ¡Ahora es el momento, ven, ven con nosotros!” Grité: “¡NO, NO!”, debatiéndome violentamente, pues sus manos me agarraban con una fuerza extraordinaria. A continuación aparecí en mi cama muy angustiada…»

Usted estuvo sumergida en ese mundo inquietante y degradado que se llama bajo astral. Salió rápidamente gracias a su fuerza mental. Gracias también a la ayuda de su ángel custodio.

IX.6 Desde hace varios meses, Myriam está en comunicación, mediante escritura automática, con su hermana fallecida. Casi cada tarde, se encuentran.

«En los primeros tiempos, la encontraba tal y como era: afectuosa, sincera, alegre, distendida, dándome útiles consejos y obligándome a rezar. Después, poco a poco, todo eso cambió. Comencé a notarla irritada, crispada, irónica. Empezó a anunciarme catástrofes que, Gracias a Dios, no se produjeron nunca, al menos por ahora.

De momento, profiere calumnias sin consideración a mis amigos y familiares. Puede nombrarles, dar sobre ellos detalles exactos. Pues es ella quien habla ya que está muy al tanto de todo lo que concierne a mis allegados y a mí misma. Sus mensajes desde entonces terminan con insultos y amenazas.

Usted dice en sus libros que, en el otro lado, permanece el carácter y la personalidad. ¿Cómo mi Estelle, que era una mujer radiante y amorosa, pudo volverse tan desagradable y mala? ¿Qué ha pasado?»

Ha pasado lo siguiente: un espíritu mal intencionado llegó para interferir sus encuentros. En cuanto un canal (una cadena como dicen los anglosajones) está abierto, las entidades ignorantes, charlatanas y a menudo negativas, se precipitan y llegan para embrollar todo. El hecho de que entre tantas mentiras y errores haya cosas exactas, solo conocidas por Estelle y usted, no prueba nada. La entidad intrusa es capaz de leer en su mental y de sacar hechos y nombres. Tranquilícese, su hermana es siempre la persona amante que conoció, pero fue suplantada por espíritus malignos.

Solo una cosa: Renuncie a la escritura automática. Si Estelle tiene algo que decirle, recurrirá a la ensoñación, a las señales o simplemente a sus intuiciones.

IX.7 Alicia me escribe respecto a su hijo que se aproxima a la treintena y cuyos trastornos comenzaron hacia la edad de nueve años:

«Una noche, me llama y me dice que no puede moverse, que tiene mucho frío y se siente cerca de la muerte. Me quedo a su cabecera hasta la mañana. No me habló nunca más de eso en los años siguientes. Cambiamos de vivienda y de nuevo aquello recomenzó. Siempre con la sensación de que hay alguien en su habitación; “Esa cosa” -como él me dice- “es como si esa cosa quisiera entrar en mi y ampararse en mi cuerpo. Me pongo tenso pero no puedo abrir los ojos. Rezo y después hay un silbido muy fuerte en mis oídos. Eso se produce cada vez más a menudo, sobre todo cuando estoy acostado sobre la espalda.

La semana pasada, llegó de nuevo. Como le escuchaba gemir, entré en su dormitorio y me dijo: “Es como si hubiese tres personas en la habitación.”

Yo no sé qué pensar de todo esto. ¿Es un espíritu malvado quien le persigue? ¿Mi hijo está en peligro?»

Como hace mucho tiempo que él reza, no está en peligro.  Pero hay un riesgo de infestación caracterizado por la sensación de frío y parálisis. La voluntad humana es algo muy poderoso y ese joven debe utilizarla para ordenar al espíritu o espíritus obsesores que le dejen tranquilo y regresen a su bajo astral, de donde no deberían salir nunca. El silbido muy fuerte es la señal de que el espíritu maléfico se enfurece. En el momento en que su hijo sienta que la infestación va a comenzar, que encienda la luz y lea un texto sagrado. Los malintencionados del Más allá tienen horror de lo uno y de lo otro. Supongo que él no practica el espiritismo en solitario.

IX.8 Desde hace algún tiempo, cuando Lucie está sola, tranquila, y a veces en el jaleo, escucha con claridad una voz femenina repetirle: «Estás gravemente enferma.»

«La oigo de alguna manera dentro de mí y no puedo hacerla callar. Sin embargo, aparentemente no sufro ningún mal. Comienzo a tener miedo, lo reconozco. Y cuanto más me angustio, más clara es la voz. ¿Debo creer a esa voz? ¿Tendré una enfermedad sin ningún síntoma de momento? O bien, ¿cómo desembarazarme de ella? Temo que esto se vuelva insoportable. ¿Qué hacer? »

Es Monique Simonet quien responde a Lucie: Atención, es en efecto simplemente posible que sea la «vocecita» interior de su consciencia general la que oye… En ese caso podría estar en las primicias de una afección que no se verá hasta más adelante. Le aconsejaría hacer un control de salud de vez en cuando. Usted no ignora que nuestro subconsciente lo sabe todo. Ello no es imposible. Tratada a tiempo, una enfermedad, de por sí grave, será más fácilmente curada. Le digo esto, pero no puedo tener la total certeza; solamente se lo aconsejo.

Por otra parte, si su salud mental es muy buena, cosa que supongo, es también factible que, suficientemente sensible para oír a un ser del Más allá, esté en relación con un espíritu maléfico que busca asustarla. Si fuese ese el caso, debe decirle que sus propósitos no logran absolutamente nada. Así, ese personaje acabará por reconocer el fracaso. Ante tal eventualidad no olvide pedir igualmente ayuda a las fuerzas del Bien, cualesquiera que sean sus concepciones y el nombre que da a esas potencias. Sobre todo, no tenga nunca miedo, pues ese es el peligro.

IX.9 El pequeño Stéphane «partió» a la edad de seis años. Su madre tuvo inmediatamente señales que probaban su amada presencia.

«Le adelanto la desesperanza en la que me sumergió su ausencia. Aunque se «los» sabe a nuestro lado, esto es muy duro de vivir. Imposible de imaginar el desequilibrio que crea tal separación.

En diciembre de 1992, hice una experiencia de escritura automática que duró más de cuatro meses. Estaba persuadida de relacionarme con Stéphane: todos los mensajes estaban llenos de amor. Pero, hacia el final del cuarto mes, fui alertada por dos visiones monitorias, un gran frío helaba mi interior. Hice bendecir mi casa y recé para ser liberada del espíritu maligno. Tengo toda mi confianza en mis ángeles custodios, en María, en Jesús, en nuestro Creador. Mi deseo de quedar unida con mi hijo allende el velo me hace ciertamente más sensible, más receptiva. Desafortunadamente, si capto cosas benéficas, capto también cosas maléficas. Es difícil discernir los espíritus; piensan atraernos dándonos mensajes buenos para que nos  habituemos. Por eso trato de no hacer una fijación sobre el texto recibido. La última semana, escuché la voz de Stéphane que susurraba: “¡Mamá, te quiero…llévame…lejos! E insistía en las dos últimas palabras, como si estuviera enfadado. Pienso que es alguien malintencionado que imita su voz.»

Yo pienso lo mismo. La voz sin timbre es más fácil de imitar. En todo este asunto, usted da pruebas de mucha prudencia, de equilibrio y de buen sentido, raras cualidades en este dominio. Es imposible que un niño, tan puro y joven, sea infeliz en el otro lado. Una sola cosa puede producirse, que se aburra un poco de usted.

No es nunca seguro al cien por cien la identidad de la persona con la cual comunicamos; hay con frecuencia interferencias y usted aporta la prueba, pero como es lúcida y creyente, no arriesga nada. El gran frío interior que se apodera de usted es un hecho sintomático de presencias hostiles. Muchos de mis corresponsales hacen alusión, así como a un principio de parálisis; dicen siempre: no me podía mover.

IX.10 El anuncio de reencuentros en el Más allá no es siempre una buena noticia. La perspectiva de compartir de nuevo su existencia con gente desagradable sumerge a ciertas personas en la angustia. Es el caso de Marie-Hélène:

«Mi hermano, con el cual no me entendía bien del todo, acaba de morir; mi temor es de volver a verle cuando, a mi llegada, sea convocada por la Alta Administración. Me pregunto, le pregunto, si nos encontramos sistemáticamente a todos los allegados que nos han precedido en la otra vida, hasta los que eran hostiles hacia nosotros y nos hicieron la vida imposible.»

Esté tranquila, no se encuentran las personas que no se aman, o los que nos han desdeñado, rechazado o perseguido. Es el amor solo el que vincula los dos mundos. El Más allá sería un infierno si debiéramos vivir (y es para un muy largo tiempo) con gentes odiosas. Ahora, es siempre posible que las fuentes de conflictos se volatilicen; El rencor se borra en provecho del perdón y en provecho de la reconciliación. Lo que facilita las cosas del otro lado, es que la hipocresía haya desaparecido, se sabe exactamente lo que piensan los otros seres. Los malentendidos son rápidamente disipados.

IX.11 Max: «¡Usted dice en sus libros que se encuentra en el otro lado a los amigos y parientes, y llama a eso una buena noticia! Buena noticia, pero no para todo el mundo.

Este es mi caso: Tenía un padre muy duro, colérico, que hizo de nuestra vida un verdadero infierno. Hablo de mi madre, de mis hermanos y hermanas. Se encarnizaba especialmente conmigo, pegándome con tal violencia que me partió un brazo. Tenía seis años en ese momento y conservo la cicatriz

El tiempo pasó y a las violencias físicas sucedieron las verbales. Ya no osaba pegarme, había crecido, pero se enzarzaba en palabras: “¡Tú no llegarás nunca a nada, eres un fracasado! Todo lo que emprendas fracasará.” Tengo la impresión de que me echó mal de ojo; en efecto, nada me sale bien. Constato que no tengo suerte.»

Sobre todo no diga nunca «yo no tengo suerte», pues, de esa manera, crea una ley que acaba por establecerse sobre su vida. No, él no fue capaz de echarle mal de ojo, no era tan fuerte. Recuerde el pensamiento positivo y repita: «Soy joven, soy fuerte, tengo buena salud, no tengo ningún dolor, tengo una madre y amigos que esperan de mí, no estoy solo en la vida y voy por delante de mi bien.»

Veo con claridad en su escrito que es un hombre afectuoso, honesto y bueno. Obtendrá la parte de felicidad a la que tiene derecho. Tranquilícese, pues no verá de nuevo en el otro lado el que por un tiempo fue su padre; encontramos allá sólo a los que nos quisieron. De todos modos, dado su carácter y actos, ha sido enviado a las esferas oscuras donde tendrá todo el tiempo para lamentar su pasado y enmendarse.

IX.12 Marius tiene el mismo problema que Marie-Hélène y que Max:

«Jacqueline, mi esposa (no añorada), murió el año pasado. Era insoportable en el sentido más riguroso del término. Continuamente de mal humor, agresiva, criticando a todo el mundo, comenzando por mí, hablando solo para maldecir y burlarse. Dejó en nuestra familia y nuestro entorno muy mal recuerdo. Me aguanté, no quise divorciarme a causa de los hijos. Tuve mi purgatorio hasta el final, pero no tengo ganas de reiniciar eso en el otro lado. Encontrarla en el Más allá por un tiempo ilimitado, sería sinónimo de infierno.»

No se reencuentran más que los que se aman. De todos modos, habiendo hecho el mal que hizo difundiendo a su alrededor el odio y la calumnia, debe permanecer en las esferas expiatorias, donde usted no corre peligro de reunirse con ella si ha llevado una vida recta y altruista. ¿No se ha estado sacrificado por la felicidad de sus hijos? Posiblemente ella le pedirá perdón. Usted verá en aquel momento si quiere pasar la esponja[2]

IX.13 Aunque las zonas próximas de la Tierra no albergan más que entidades errantes, inadaptadas a la vida desencarnada, también son atravesadas por vuelos de espíritus satánicos en busca de hacer algún mal, transposición espiritual de aquellos que cometían sobre la Tierra.

Muchos lectores son trastornados por esas presencias hostiles en un mundo que consideraban para siempre liberado del mal y de sus servidores, y se plantean la cuestión de la existencia objetiva del Demonio.

Wilfried: «¿Ese a quien llaman el Diablo o Satán, tiene alguna realidad? ¿O bien no es más que una alegoría?»

Para mí, el Diablo es un ser colectivo constituido por los millones de espíritus malignos que merodean en el espacio. Es una especie de Anti-Dios como lo concebía el maniqueísmo, es un egrégor, como precisé en mis obras precedentes, un enjambre de odio. Recurro en este punto al joven Abel que dictó a Claudette Combes[3] lo que sigue:

«Eso que llamáis Diablo, son fuerzas oscuras que se unen para inspirar el mal a los hombres influenciables. Ese egrégor negativo, los hombres le llaman Diablo.

Algunas personas tienen necesidad de prohibiciones, espantajos: el Diablo, el Maligno… Deben tener miedo para evitar el dolor.

No existe una entidad única llamada Diablo, o Satanás, o Maligno, un príncipe de las tinieblas que se opusiera al Rey de la luz. Es una idea ingenua, nacida de la necesidad de alegoría que caracterizaba la humanidad en su infancia.

El mal nació de la libertad del hombre. Pero es verdad que existen sombríos egrégores de fuerzas negativas, de malos pensamientos, que se reagrupan y pueden influenciar los espíritus débiles.»

IX.14 Matthieu: «Cuando se ve lo que pasa sobre la Tierra, esa sucesión de hambrunas, de catástrofes naturales y humanas, guerras y atrocidades, acaba uno por preguntarse: ¿Pero qué hacen las fuerzas blancas del Más allá? ¿Están afectadas de parálisis o de indiferencia? ¿Están definitivamente vencidas por la extraordinaria vitalidad del mal?»

«Este mensaje de Georges Morrannier parece estar dirigido a usted:

«Las fuerzas blancas[4] tienen una enorme fuerza. Son las de los habitantes de las esferas superiores. Ellas solas, podrían rodear el mal en un instante. Desafortunadamente, no deben hacer el trabajo por usted, y lo sienten de todo corazón. Su papel debe limitarse a dirigir, proteger y aconsejar intuitivamente a los seres puros de la Tierra que se entregaron a reducir la fuerza del mal. Los grandes religiosos en particular, elegidos por el Cielo, son guiados así en su misión.

Tienen que hablar de Dios, del mundo invisible, o tendrán que rendir cuenta de sus actos de la manera que ya expliqué. Tienen que restablecer los valores morales un poco embotados por el abandono moderno, y también por los enormes progresos sociales que  facilitan la vida y conducen a pensar que pueden vivir muy bien sin Dios. Una fuerza divina era un refuerzo y un fin para los pueblos desvalidos y esclavizados. Parece haberse vuelto inútil para los que piensan no tener nada en que creer. Por ello asistimos, en este siglo, a un despliegue extraordinario del mal que cae sobre la juventud en particular.»

IX.15 Constant: «A menudo me siento desanimado cuando constato la fantástica fuerza del mal en todas sus formas. Da la impresión de que la humanidad no se librará nunca y que está subyugada por las fuerzas satánicas.»

Comparto sus sentimientos, pero debo matizarlos con este mensaje de Paqui, dictado durante los años más sombríos de la última guerra[5]:

«El mal se difunde sobre la humanidad como lava vomitada de un volcán en erupción. Abandone una parte para no perderlo todo, y, sin rebelarse, rece por las innumerables víctimas tomadas a menudo entre los menos culpables, hasta entre los inocentes. Los malvados, los dañinos, no padecen solos, por desgracia, en las catástrofes, pero todos reciben el fruto pedido, el fruto aceptado. Rezad mucho y a menudo. Pedid a Dios la fuerza y la fe para todos aquellos que sufren y la luz para los ciegos… ¡Cuántos ciegos entre los humanos!. Ceguera que casi viene siempre del egoísmo con el que el hombre gusta rodearse como una concha.

¡Cómo Dios no dejaría a los hombres resistirse cuando las marcas más profundas, las pruebas más irrefutables no sirven para nada y no sujetan la mano de los que quieren gozar, destruir y saquear para aprovechar mejor todavía a costa de todo y de todos!.»

Gozar, destruir y saquear: Ver las actualidades de finales del siglo; ver los pillajes y los incendios banalizados, no reprimidos y aceptados bajo el nombre de ritos y de ritual. Un periodista encontró la frase oportuna: Los “fuegos del san Silvestre”[6]

Cuando Paqui declara: «Las pruebas más irrefutables no sirven de nada» se trata de una realidad perturbadora de un mundo espiritual donde habrá que pagar la factura. El mal, que se expande como la lava de un volcán expulsada con furia, proviene del hecho de que la mayor parte de nuestros contemporáneos se imaginan que todo está permitido, que ellos no tienen que rendir cuentas… y que la moral más elemental tiene que colocarse entre las ideas anticuadas.»

IX.16 Roland: «Desde 1945, los conflictos armados se han multiplicado en todo el planeta y no se acabarán nunca, ¿la guerra será el estado normal de la humanidad? Los combatientes de 14-18 años, de los que formé parte, creyeron ingenuamente que iban al frente para «la última de las últimas»; imposible equivocarse más. Tengo la edad del siglo y comprenda usted mi escepticismo y desencanto.»

Le comprendo tan bien que tengo dificultad para hablar con usted sobre este asunto. Yo no quisiera marear la perdiz con sermones. Acudo a Roland (de Jouvenel), su ilustre homónimo, que le responderá con su mensaje del 20 de marzo de 1948. En esa época Italia y Yugoslavia se disputaban Trieste, su puerto y región, y temíamos lo peor. Emite esta idea curiosa de que los conflictos locales nos evitan el cáncer generalizado de la guerra universal. Espero que la explicación del joven Roland satisfará al veterano Roland.

«Puedo afirmar, sin fijar fecha ni dar más amplias explicaciones que vais a pasar nuevas angustias. Van a sacudir todavía corrientes a los hombres, bancos de ondas caóticas harán vacilar los cerebros. No habrá guerra ahora, pero las guerrillas lastimarán sin pausa vuestro planeta; es necesaria una herida abierta para que la sangre no cese de correr. Los focos de expiación revolotearán sin cesar sobre el mundo y se posarán de plaza en plaza. Culpables e inocentes morirán juntos.»

Los focos de combate captan las malas ondas que sobrevuelan el planeta; creo que lograrán absorber de golpe la totalidad de los fluidos. Un pararrayos recoge toda la electricidad de un cielo encolerizado. El rayo tal vez no caiga en vuestro globo gracias a los accesos asignados para los disparos locales.»

IX.17 Constance: «En el Apocalipsis, y también en el “Libro de los muertos egipcio”, se plantea la Segunda Muerte, ¿qué se entiende por ella?»

La vida terrestre es un espacio entre dos nacimientos: el nacimiento físico y el nacimiento espiritual, comúnmente llamados muerte, o mejor resurrección inmediata.

Si todo ocurre bien, la vida en el Más allá es también un espacio entre dos nacimientos: nacimiento espiritual, del cual estamos hablando y nacimiento celeste, es decir, acceso a las esferas felices llamadas paraíso.

Si todo ocurre mal, si el ser humano rehúsa evolucionar hacia el Bien Supremo, dicho de otra manera, hacia Dios, la vida del Más allá se presenta como un espacio entre dos muertes, entre la muerte física, o primera muerte, y la muerte espiritual, o Segunda Muerte, que es una lenta extinción. La Segunda Muerte es más conforme a la bondad, a la racionalidad de Dios, que el infierno eterno del antiguo cristianismo.


[1] Por fétido o maloliente (NdT).

[2] La esponja generalmente sirve para limpiar algo. Con ella podemos borrar rastros más o menos indeseables. Algunos recordarán todavía  la pequeña esponja húmeda con la cual, en la escuela, borraban lo que habían escrito con tiza sobre la pizarra. (NdT)

[3] Autora de, por ejemplo “Les enfants de la joie”. Mujer con una extraordinaria biografía de entrega al prójimo. (NdT)

[4] En oposición a las fuerzas negras de Satanás (NdT)

[5] Se refiere a la Segunda Guerra Mundial (NdT)

[6] Los «fuegos de san Silvestre «, erigidos en costumbre divertida y deliciosamente «francesa» por los medios de comunicación, permiten varios objetivos: las bandas miden su poder y marcan sus territorios de cara a la «banda rival» de las fuerzas del orden. Los perros lo hacen meando las farolas, las chusmas lo hacen quemando coches en su territorio. El mensaje es el mismo: aquí son ellos dominantes. (comentario expuesto en internet) (NdT)