Jean Prieur recibe en esta ocasión una serie de planteamientos que muchos de nosotros alguna vez nos hicimos y han quedado, sin más, a la espera. Este es un buen momento para conocer las dudas de otros, sus inquietudes:

– Una pregunta difícil, esta vez resuelta mediante una respuesta sencilla: ¿reciben mensajes los no cristianos y los no creyentes o es acaso una prerrogativa del mundo cristiano? Es curioso, porque parece que si alguien niega la existencia de Dios no va a recibir ninguna señal de Él. ¿Nunca?

– ¿La escritura automática es una manifestación exclusiva de nuestro inconsciente? Porque, a simple vista, es una mano con un lápiz que el cerebro puede dirigir sin más problemas.

– ¿Por qué los traspasados no nos comunican nuevos conocimientos con que logremos curar más enfermedades? Pregunta difícil y comprometida.

– En muchas ocasiones el contenido de los mensajes recibidos del Más allá es de un bajo nivel cultural que desilusiona ¿Es que en el Más allá no seremos capaces de progresar y seguiremos con lo poco que hayamos aprendido en la Tierra? Si en la vida terrenal no pudimos estudiar por falta de medios económicos ¿podremos evolucionar, aprender en el Más allá? Parece que ese viaje no merece la pena si en la nueva vida continuamos tan ignorantes.

– ¿Se cumple la ley del karma? ¿Se cumple la ley de causa y efecto? Es decir, ¿se recoge lo que se ha sembrado?

El lector, supongo, espera un rayo de esperanza y acierta, pues Jean Prieur, conciso siempre, rico en sus palabras, nos contesta y sabe resolver las dudas.

¡Buen día!

CAPÍTULO XI – OBJECIONES Y CRÍTICAS

XI.1 En los años 60, cuando Marcelle de Jouvenel y yo, nos esforzábamos por dar a conocer los mensajes de su hijo Roland y demostrar la realidad, la proximidad del mundo espiritual, ella me dijo un día:

«En 1946 tracé la primera línea, pero, después de mí, verá usted como será atacado, como yo lo he sido, por los dos lados a la vez, atacado tanto por los cristianos como por los racionalistas. ¡Ah! Había olvidado una tercera categoría, que no ataca pero nos utiliza: los predadores, esos que sacarán las castañas del fuego, que se servirán de mis trabajos y de los suyos, sin nombrarnos, y atravesarán las puertas que nosotros hemos abierto.»

La predicción era exacta.

«¿Cómo puede ser –pregunta Francis– que encuentre en los mensajes del Más allá tantos errores, divergencias, contradicciones, tanta petulancia y frases vacías como en los medios de masas de la Tierra?»

Las explicaciones de Georges Morrannier son tan claras que le cedo la palabra:

“Debemos saber que nadie tiene, en nuestro lado, la ciencia infusa. La ignorancia está aquí tan extendida como en la Tierra. El tránsito[1] no nos hace más inteligentes. Es muy lamentable, pero es necesario resignarse. Debemos aprender, siempre aprender. Jim el hijo de James Pike, lo dijo como yo y como muchos otros. Aprender a vivir en un nuevo plano, aprender a corregirse, aprender a amar, y, en resumen, perfeccionar los conocimientos. Todo eso se hace sin demasiada dificultad en los planos elevados espirituales, pero en otros lugares ¡qué caos!

En ese lugar arrastramos, sentimos la Tierra, nadie se ocupa de nadie, salvo para incitar al mal; no se interesan por nada, no aprenden nada, no avanzan el más pequeño grado en su evolución. Esos desencarnados ociosos e inútiles se precipitan sobre los médiums que ven con un lápiz en la mano, o sobre las personas que preguntan en la ouija, o el vaso que llamáis adivinatorio. Están entonces muy ocupados en exhibir nombres célebres para inspirar confianza. No son forzosamente maliciosos, pero no están al corriente de nada, como tampoco del mundo en que habitan.

Por esta razón es por lo que hay a veces tantas divergencias en las comunicaciones que reciben los médiums. Cada uno persigue su idea, al igual que sobre la Tierra, sin tomarse el esfuerzo de verificar la exactitud.”

XI.2 Josiane: «Observo que los mensajes emanan siempre de medios cristianos, ya sean protestantes o, las más de las veces, católicos. ¿No existe, pues, nada de este género entre los medios agnósticos?»

Si, ¡exactamente! ¿Conoce usted el caso de Jean Quélavoine?. Sus padres, campeones de la laicidad, no pertenecían y no querían pertenecer a ninguna religión. Él, era director de escuela primaria; ella, institutriz en el mismo centro. Los dos, enamorados de la filantropía y del pacifismo, militaban en los sindicatos. Hicieron a su hijo Jean, muerto a los 12 años, las exequias civiles. Algún tiempo después de la muerte de Jean, la señora Quélavoine, pasando por el vestíbulo de su apartamento, acaricia su abrigo colgado en el perchero. Ella, que cree en la nada, no puede abstenerse de dirigirse al desaparecido. Grita: “Jean, mi pequeño Jean, ¿Dónde estás?” Un ruido en el salón comedor y acude rápidamente… y ve una de las bombillas de la lámpara desprenderse y, en lugar de caer verticalmente, describir una parábola y posarse sobre el parqué a dos metros de allí, justo al pie del sillón de Jean, donde está colocada una gran fotografía de él.

La señora Quélavoine se agachó, recogió la bombilla y observó que en el parqué se veían trazos como si hubiese estado ardiendo. Cuando quiso ponerla en su lugar, se quedó estupefacta al comprobar que los tres tornillos que la sujetaban habían quedado bloqueados. Para acceder, debió aflojarlos uno a uno. Prueba muy material dada a personas que profesaban el materialismo.

Más tarde, el joven muchacho dictó mensajes que hacían alusión a las realidades espirituales de las que sus padres no tenían ninguna idea. El 12 de noviembre de 1942: “Sufrid el tiempo que pasa, no resignados, sino como almas conscientes de un destino que está en marcha y en el que vosotros sois los eslabones, sufrientes pero victoriosos por la lenta evolución, pero real, en Dios.” El 6 de enero de 1943: “Más fino que la seda, más ligero que el aire, mi cuerpo de luz sube… pero cerca de ti queda mi pensamiento, mi alma extasiada, que tan cerca, tan lejos de mi cuerpo de carne, está en ti, mi madre, mi madre de luz, mi amor humano que, desde mi verdadera Vida, no es ya sino divino.”

XI.3 Amaruy: «¿Cómo puede ser cierto que en el fenómeno de la escritura automática no sea nuestro inconsciente quien interviene y quien resurge?»

Es cierto que en la escritura automática nuestro mental interviene con frecuencia. Son entonces nuestros recuerdos, nuestros deseos, nuestros temores, nuestras ideas los que se vierten con precipitación sobre el papel. Sin embargo, si el texto que hemos escrito relata cosas que ignoramos, hechos absolutamente imprevisibles, entonces se trata de un verdadero mensaje del Más allá.

Una de mis lectoras estaba a punto de hacer en una pequeña agenda no escritura automática mediúmnica sino simplemente sus cuentas, cuando fue presa de somnolencia. Al despertar, constata que ella había escrito: «Tu padre acaba de partir». Comprendió que se trataba no de un viaje, sino del gran Viaje. Eso fue confirmado en las horas siguientes por un telegrama. Un espíritu al corriente del suceso le había inmerso en un corto sueño hipnótico, guiando su mano para anunciar una noticia de la que ella no tenía ninguna idea.

XI.4 Lise: «Mediante el método del vaso, entré en comunicación con una tía fallecida hace diez años. Ella se dio a conocer dando su nombre y algunos detalles familiares. Sin embargo, estoy muy asombrada por el contenido de los mensajes que son a veces decepcionantes por su banalidad. Yo creía que los desaparecidos tenían acceso a conocimientos que nosotros no tenemos en la Tierra.»

He transmitido su carta a Monique Simonet, con quien estoy enteramente de acuerdo. Esto es lo que le responde:

Algunos de mis corresponsales me escriben precisamente para criticar la banalidad de esos textos, cuando esperaban revelaciones extraordinarias. Pero la razón estriba en que la imagen que se hacen generalmente del Más allá es inexacta. Necesitan comprender que el ser humano no cambia súbitamente en “ángel” o en un “espíritu” omnisciente porque haya perdido su envoltura carnal. El otro mundo, del que nos llegan los dictados, es un mundo paralelo en el que existiremos después de la muerte del cuerpo físico. Los desaparecidos cargan con el contenido de su espíritu terrestre y no pueden súbitamente (si era un espíritu de inteligencia modesta) hacer largas digresiones filosóficas. Quieren sobre todo probarnos la supervivencia, a veces reconfortarnos y asegurarnos que nos aman siempre. Eso no está ya tan mal.”

XI.5 Negando a la vez la realidad de los espíritus y la posibilidad de comunicar con ellos, materialistas, escépticos y científicos de retaguardia están en su papel y en su derecho. Sus objeciones no son inapreciables y merecen ser examinadas.

Pero ¿qué pensar de los cristianos que tienen el mismo discurso y rechazan los fenómenos que encuentran en cada página de las Escrituras y en la vida de los Santos? ¿Qué pensar de esos teólogos católicos que enseñan a la vez la existencia del Purgatorio y la resurrección al final de los tiempos? Su escatología está más próxima a la de los Testigos de Jehová.

Nora acaba de reunirse con uno de entre los que, en nombre de la Biblia, afirman firmemente que los muertos están muertos por completo hasta la resurrección general y final.

“Pues el Más allá” – me dice- “no existe, no es más que una ilusión engendrada por su angustia, y todas las manifestaciones presentadas por sus lecturas son puramente diabólicas”.

“Salí de esa conversación completamente despistada.”

Un gran número de cristianos niega, en efecto, la resurrección inmediata del cuerpo espiritual y ello les conduce a sostener, como los materialistas, que la muerte es un sueño. Ese sueño interminable estaría seguido de un despertar en el fin de los tiempos. Un desencadenamiento de catástrofes precederán esa «resurrección final y general.»

Esto es lo que enseña el catecismo de la Iglesia Católica aparecido en 1992. Podemos leer en la página 212: «Artículo XI: creo en la resurrección de la carne». El credo cristiano culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al final de los tiempos.»

Esto mismo enseñan los adventistas y, hoy día, una gran parte de los pastores, mientras que sus predecesores del siglo XIX y comienzos del XX afirmaban la resurrección inmediata. Lo mismo que el propio Calvino, que publicó en 1542 un «Tratado por el cual se prueba que las almas vigilan (es decir están conscientes, no duermen) y viven desde que salen de los cuerpos, contra el error de algunos ignorantes que piensan que duermen hasta el día del juicio final.»

Lo que es una aberrante concepción de los Testigos de Jehová es que en el otro lado no existe más que el mal y la impostura. Las únicas atareadas en el mundo espiritual son las entidades demoníacas… de las cuales yo no niego la existencia. ¿A dónde son llevados los espíritus benéficos, los santos, los ángeles y los seres amados que hemos conocido?

Tranquilícese, están todos allí, cerca de los que piensan como ellos.

XI.6 Landry: «¿ De dónde saca lo que usted dice sobre el Más allá? Se diría que usted estuvo en el otro lado. Habla de eso como si volviera de allí. »

¡He aquí mis fuentes! En primer lugar, los mensajes emanados de las esferas puras, que constituyen la parte filosófica y documental; a continuación, mis experiencias personales, siempre espontáneas, y las experiencias de otros que las confirman; luego, lo que podríamos llamar trabajos prácticos; y por último, las escrituras judeocristianas y otras no cristianas.

En este momento, mi interlocutor, si es protestante o católico, frunce las cejas: “¡Pero la Biblia no habla, por así decirlo, de esas cosas!”.

A lo que yo respondo:

El Antiguo Testamento en su parte reciente y el Nuevo por entero hacen constante alusión a ello. El problema es que hablan brevemente, por metáforas y en desorden. La Biblia no se presenta como un catecismo, un curso o un tratado de teología, sino como un conjunto de relatos históricos, cartas, relatos breves (las parábolas), y junto a eso, en el Antiguo Testamento, recopilaciones poéticas y jurídicas. Todos los géneros literarios están representados; los diferentes autores aportaron a lo largo de siglos escribiendo según su temperamento, y su temperamento llenó de colorido su inspiración. Si admitimos que la vida futura, en particular para el Nuevo Testamento, es su ocupación dominante, gran cantidad de pasajes oscuros se vuelven límpidos. Lo mismo ocurre con el Apocalipsis. Ese libro capital se volvió claro para mí en el instante en que comprendí que no se trataba de ningún florilegio de catástrofes con el poder de alimentar la siniestrosis de nuestros contemporáneos, sino una revelación concerniente a la otra vida, una descripción por un visionario de los paisajes del Cielo. San Juan nos conduce a través de las zonas purgatoriales, infernales y celestes, en ese mundo inmenso que visitó en vida, en cuerpo espiritual.

XI.7 Guy: «“¡Cómo se deben aburrir en el Cielo!” me decía mi abuela, que era, sin embarg, una santa mujer. Yo tendería a compartir su opinión. Si se debe asistir de la mañana a la tarde a los oficios, multiplicar los rosarios, entonar alabanzas, confesar los pecados y proclamar la gloria del Padre, se deben aburrir como una ostra…aunque ya se haya hecho»

Me apresuro a tranquilizarle. La Otra vida es una vida activa y no una vida de contemplación inmóvil, como se la imagina demasiado a menudo. La vida eterna no es una ociosidad, un reposo eterno, eso que sería sinónimo de neurastenia insoportable, una variedad de infierno. No es más que una proyección del catolicismo para responder a sus «oficios» y sus «rosarios».

La vida espiritual engloba todas las manifestaciones de la energía humana, excepto, evidentemente, las que conciernen a la materia. Los desaparecidos que comunican con nosotros, y que yo llamo mensajeros, hablan todos de misiones que deben cumplir y las cuales todos acogen con alegría. El trabajo en el otro lado no tiene nada de agobiante, de fastidioso, como el que llega a veces aquí abajo.

Le daré algunos ejemplos de misiones de las que se encargan voluntariamente los que han pasado al otro lado del velo. Ante todo, la asistencia los moribundos: ¡Cuántas veces los que van a partir vieron a los otros miembros de su familia o amigos llegados para tranquilizarles, prepararles y anunciarles la noticia ineludible!. Sabemos que no se trata de proyecciones, de imaginaciones, porque ocurrió que el agonizante vio cerca de él a cierta persona y se le había ocultado su defunción.

Cuando lo irreparable se ha consumado, cuando el gran viaje comienza, los espíritus que habían llegado a buscar al moribundo continúan acompañándole, para ayudarle, pues está desorientado en los primeros tiempos de su nueva vida.

El recién llegado está particularmente perturbado si no estuvo nunca preocupado de estas cuestiones durante su estancia terrestre. De ahí la necesidad de documentarse sobre estos problemas mientras nos queda tiempo.

XI.8 Tanguy: «En la estela de esos cristianos que no quieren oír hablar de supervivencia y del Más allá, una amiga adventista me cita unos versículos del Nuevo Testamento en los que dice que sólo Dios es inmortal:

“Dios es el Rey de los siglos, incorruptible e invisible, el Rey de los reyes, el Señor de los señores. Es el que nadie ha visto, ni se puede ver, el que da la vida a todo lo que existe. Él es bienaventurado y único soberano. El que posee, la gloria, el honor y la fuerza eterna. El que habita una luz inaccesible y el único que posee la inmortalidad.”

Así hablaba san Pablo en su primera carta a Timoteo, la cual se presenta como la síntesis de su pensamiento y su mensaje último. Conozco el pasaje, que es, en efecto, esencial. Todo lo que se puede saber de Dios está resumido en esas líneas: realidad universal y eterna, incorrupción, invisibilidad, felicidad, vida sobreabundante, luz, unicidad.

Solo Dios posee la inmortalidad: algunas sectas cristianas se amparan en estos versículos para negar la inmortalidad humana. Sin embargo, Pablo quiere decir que sólo Dios posee una inmortalidad por naturaleza. La inmortalidad humana (que se debe distinguir de la supervivencia, que es general), la inmortalidad humana no es automática, es un bien que la Divinidad acorde con los que la han deseado y meritado, es un don gratuito, una gracia.

IX.9 Angelica: «Cuando yo era joven (no hace tanto tiempo de ello), el 2 de octubre era consagrado a los santos Ángeles. De ahí mi nombre. Por misteriosas razones, debidas a la administración postal o a la administración eclesiástica, han sido cambiados y reemplazados por san Léger. ¿San Léger, os dice algo?»

No, querida señora, nada de nada. Para responderle tuve que consultar el omnisciente Larousse: «San Léger, Leodegarius, obispo de Autun, Neustrie, hacia 616, Saranium (hoy Saint-Léger en el Paso de Calais). Educado en la Corte de Clotaire II…» Evito el resto.

Creo que estas indicaciones no valen lo que este mensaje de Abel dictado a Caludette Combes:

“Los ángeles son seres llegados al final de su carrera y que evolucionan en lo sucesivo en las esferas divinas. No tiene alas, con seguridad, es la imaginería popular quien se complace en representarles así, sino que son tan radiantes que podemos tomar por alas esta claridad prodigiosa que los nimba. Nuestros cuerpos radiantes quedan muy materiales con relación a los suyos. Este es el término de toda evolución humana, lo que los cristianos llaman gloria.

Lo que llamáis ángeles están compuestos de ondas tan luminosas que, para vosotros, se basan en la luz. Absorbidos en la contemplación divina, no quedan menos inclinados sobre los humanos y cuidadosos de la Tierra.

Los seres finalmente realizados, los ángeles, si tú lo prefieres, son chispas de la hoguera del Espíritu. Llegados al fin de su evolución, están allí para enseñar y guiar a las otras criaturas. Entre ellos se reclutan los maestros, los profetas. Viven en los planos divinos y su materia es infinitamente sutil. Son de una belleza casi perfecta.

Tienen por misión proteger y ayudar a las criaturas de los diversos planos – siendo el vuestro el más pesado, el plano terrestre – y ellos los bañan con su maravillosa luz. Amadles, glorificadles. Son bellísimos.

Este guía de amor, que se acuerda de haber sido hombre y de haber conocido los errores y tribulaciones de la carne, en lo sucesivo ti ene por misión acompañar a cada humano, lo mismo al más pecador que al más cruel. Es el que vosotros llamáis el ángel de la guarda.”

XI.10 Rolf: «Tan pronto como se cuestiona sobre la otra vida, todas las religiones hablan de juicio, que tiene lugar inmediatamente después de la muerte o que se traslada al fin de los tiempos. Esperemos que ese tribunal divino sea menos defectuoso que los tribunales humanos.

Por otro lado, nosotros, los Terrenales, ¿qué podemos hacer por los que nos dejaron?»

El que usted perdió provisionalmente será juzgado según la justicia. Será alumbrado y guiado, una segunda oportunidad le será ofrecida. Usted mismo, instruyéndose sobre estos problemas e intercediendo por él, puede ayudarle en su progresión. La evolución continúa en la otra vida. Piense en él como en un ser vivo, háblele de aquellos que amó, háblele como hacía en la Tierra. La indiferencia y el olvido serían un asesinato. Pero no sea posesivo, tenga hacia él una actitud amable. No le sea un peso, no le asedie con sus peticiones, con sus problemas.

Realice aquí abajo lo que a él no le dio tiempo de cumplir, dele la posibilidad de hacerlo a través de usted. Rece por él, rece con él; no es sino en la espiritualidad donde se podrán reunir. Todos los desaparecidos, da igual que en este mundo no fueran creyentes, nos hablan de rezar; están bien situados pasa saber que la invocación es el viático indispensable tanto para la segunda vida como para la primera.

Ponga en orden sus creencias, de manera que no le alteren concepciones que serían erróneas, recuerde que todo será realizado según su fe. Dicho de otro modo, como dictó Roland de Jouvenel, será proyectado en la calidad de sus pensamientos. De tal manera que su calidad de pensamiento no le separe del que usted perdió por un tiempo.

XI.11 Baudin: «Cuando se cree en las cosas que usted enseña y leemos los sucesos más escandalosos y más atroces, se dice: ¿Pero qué hacían en ese momento los guías, los ángeles de la guarda, esas entidades benéficas que usted alaba por sus cualidades de amor, de protección, de vigilancia?»

Muchos dramas terrestres,” responde George Morrannier, “tales como raptos, violaciones y asesinatos de niños, sufrimientos infligidos por granujas, las muertes accidentales que parecen debidas al azar, os parecen odiosos e inexplicables. Todo eso tiene un sentido oculto que os será explicado cuando lleguéis junto a nosotros. Estáis en el derecho de preguntaros que podía haber hecho el guía de esos infelices en momentos tan duros. Él estaba en el lugar, pero había recibido la orden de no intervenir.

Y sin embargo su poder es inmenso y sin medida común con lo que el más fuerte de los hombres puede realizar. Tienen la posibilidad de inmovilizar totalmente al más peligroso de los malhechores. Yo doy muchas obras para leer a mi madre, y a menudo las leo con ella. Recuerdo una anécdota relatada a propósito del Maestro Philippe, el célebre curandero de Lyon. Él se encontraba en la calle, avanzada la noche, y unos malandrines, agazapados en la oscuridad, esperaban el momento de agredir al imprudente paseante. Fueron agarrados brutalmente por las piernas y tirados al suelo por manos invisibles. Creyendo ser asunto del diablo, no se entretuvieron en el lugar.

Vuestros guías son capaces de protegeros de un grave accidente en la carretera. ¡Cuántos automovilistas salen indemnes y el coche queda totalmente destruido! ¡Cuántos imprudentes salen sanos y salvos de las situaciones más peligrosas! Las peores catástrofes dejan siempre supervivientes. No hay nada allí al azar. El guía sabe lo que debe hacer, salvaros o dejaros desaparecer. Puede curaros de una enfermedad muy grave, si es preciso.

«Llega también a intervenir en los suicidios, no para provocarlos, estad seguros, sino para hacerlos fracasar; al igual que puede decidir dejar hacer al candidato a la muerte voluntaria cuando su salud está peligrosamente debilitada.

Cuando usted debe tomar un avión que tendrá un accidente, si usted debe vivir aún sobre la Tierra. él se las arreglará para hacerle llegar con retraso al aeropuerto.»

XI.12 Léonce: «Entre los cristianos, se pone un acento muy prudente, demasiado prudente, sobre el Más allá; hablan de contactos posibles con los desaparecidos “en comunicación de alma y espíritu en el amor que no separa a los que se aman”. A menudo se cita, en este ambiente, a Roland de Jouvenel y a Pierre Monnier. Encuentro que se debería hacer un esfuerzo para alargar esta lista, demasiado limitada en mi opinión. Pero si, por el contrario, uno desea avanzar más en sus investigaciones, como, por ejemplo, interesarse más de cerca en las experiencias de los médiums, tendrá la impresión de que no les gusta hablar. Esos contactos llaman evidentemente a la mayor prudencia y estoy de acuerdo en reconocer que hace falta invocar a quienes provisionalmente se han ido. Si ellos lo desean y son autorizados, o si lo merecemos, contactarán con nosotros de una u otra manera.

Tuve personalmente la ocasión y la suerte de poder registrar algunas magníficas comunicaciones por médiums evolucionados y desinteresados (son raros,) concernientes a mis desaparecidos. Esas personas me han dado pruebas irrefutables de la vida en el Más allá; sentí cuan reconfortante era y no veo por qué este problema no se aborda de frente. A mi parecer, lo que naturalmente ayuda más a los padres que han perdido un hijo es el mensaje.»

Yo sé cuánto de sospechosos son a los ojos de los cristianos, ya sean católicos, protestantes u ortodoxos, los mensajes y los presentimientos, las voces interiores y exteriores, las visiones y las apariciones, los crujidos y los ruidos (que yo prefiero llamar estrellas sonoras). Si ellos leyeran atentamente la Biblia, en nombre de la cual nos condenan, verían que su libro sagrado rebosa de esos fenómenos que les conmocionan cuando nos llegan.

En cuanto a los católicos, no tienen más que sumirse en la vida de los santos. A propósito, ¿qué ocurre con los santos y almas del Purgatorio de las que se hablaba tanto en otro tiempo?

XI.13 Gautier: «Uno de mis amigos, protestante fundamentalista, que niega toda supervivencia del ser hasta la resurrección final, pretende que la idea de inmortalidad es un mito satánico. “¡Vosotros no moriréis! dijo la Serpiente del Génesis”.»

Decididamente, el demonio es muy socorrido: se le saca de su cuarentena cada vez que uno se encuentra frente a una realidad que molesta.

Los adversarios cristianos de las comunicaciones, no solamente protestantes, sino también católicos y ortodoxos, están obligados a reconocer la profundidad, la belleza, la espiritualidad de los mensajes tales como los que yo cito. Así que encontraron la contrapartida: Satanás puede disfrazarse de ángel de luz. Por otra parte, son los mismos mensajes los que nos invitan a la prudencia. Roland de Jouvenel traza una frontera que debe constituir nuestra salvaguarda:

“Solo estará en buen camino quien no provoque y se contente con recibir. Las comunicaciones solicitadas tienen siempre el carácter de una provocación. Solo lleva el sello divino lo que es dado.”

Pierre Monnier utiliza el mismo lenguaje:

“No nos invoquéis, queridos míos, dejad que nosotros os llamemos. No recordéis en la materia a los que están libres de ella. Pero tended hacia ellos vuestros brazos para que ellos os eleven hasta sí en las regiones espirituales donde reina el amor….Cuando la comunión mística une un espíritu del Cielo con un espíritu de la Tierra no debe arrastrar hacia la sombra al espíritu que vive en la luz. Es el espíritu de la sombra quien se elevará para reencontrar en esta luz al que él ama fiel y puramente…”

Estos dos textos han trazado mi línea de conducta.

XI.14 Damien: «¿Es cierto que existen en Gran Bretaña, en las ciudades principales, numerosas iglesias espiritualistas[2] en las que los oficios son presididos por un pastor y por un médium? (esto me extraña)»

Si, es exacto. Yo mismo he asistido a alguno de esos oficios, muy fervientes y calurosos. A menudo están acompañados por sesiones de sanación.

Estos sensitivos, como dicen los anglosajones, son creyentes sinceros; consideran su don como un apostolado. Fieles a su sólida formación bíblica afirman la primacía de lo espiritual sobre lo físico.

El credo de las iglesias espiritualistas podría resumirse en estos cuatro puntos:

– el universo está gobernado por el Espíritu supremo comúnmente llamado Dios. Él esUno,Único y Úniversal.

– la existencia y la identidad del hombre continúa después del cambio llamado muerte

– la comunicación entre nosotros, los Terrestres, y los habitantes del mundo etérico al que nos incorporaremos algún día es posible en ciertas condiciones.

– todo individuo cosecha lo que ha sembrado; su felicidad o desdicha en la otra vida depende del bien y del mal que haya llevado a cabo en la Tierra.

Nada es sorprendente en esta confesión de fe.

XI.15 Raïssa: «Jean-Jacques Rousseau estaba escandalizado (aterrorizado) por el espectáculo del hombre de bien despreciado, oprimido, ridiculizado, y del malvado reinando entre honores y prosperidad. Ese espectáculo pedía una contrapartida y esa contrapartida no la encontraba más que en la vida futura. La vida presente, escribía él, sería un enigma, o incluso un desorden moral, si se acabara con el cuerpo y si no existiera otra vida que diera explicación y restableciera la armonía.

“Aunque no tuviera otras pruebas de la inmortalidad del alma más que el triunfo del malvado y la opresión del justo en este mundo, seguiría pensándolo. Una tan chocante disonancia en la armonía universal me haría buscar la solución. Me diría: Todo no se acaba para nosotros con la vida, todo vuelve a la normalidad con la muerte”.

Encuentro ese tipo de prueba verdaderamente poco convincente. Hasta me parece una confesión de debilidad…»

Soy por completo de su opinión, pero es necesario comprender que hasta el siglo XIX la creencia en la inmortalidad se apoyaba sobre ideas morales, sobre las nociones de mérito y demérito. Afortunadamente, en nuestra época tenemos otras pruebas de la supervivencia del alma que el éxito de los impostores y el fracaso de la gente de buena voluntad. La multiplicación de los contactos con el Más allá, la omnipresencia a nuestro alrededor de nuestros desaparecidos, todos los fenómenos que son el objeto de este libro aportan las pruebas sólidas y concordantes que le faltaban a Jean-Jacques.

Es solamente en los siglos XIX y XX cuando las ciencias físicas han podido constituirse y expandirse. Las Iglesias no eran ya ni infalibles ni omnipotentes.

XI.16 Angelo: «El hecho de que los espíritus aparezcan vestidos me ha sorprendido siempre. Lleven puestos los mismos vestidos que cuando vivían o largas túnicas blancas como en la antigüedad. Todo eso me parece extravagante.»

Si ellos apareciesen desnudos usted se quedaría aún más estupefacto. La cuestión fue propuesta a Juana de Arco a propósito de san Miguel y la Doncella, con su habitual sentido de la réplica, respondió a sus jueces que Dios tenía también los medios de vestir a sus arcángeles. Como usted, Camille Flammarion estuvo preocupado por ese problema. ¿De qué naturaleza eran los vestidos de los espíritus?. De naturaleza fluídica, respondía su amigo Allan Kardec. Pero eso no explicaba nada. En realidad, se necesita una vez más de las vibraciones y del poder plástico del pensamiento. Si tal difunto aparecía con tal o cual vestido era simplemente para hacerse reconocer.

En cuanto a las largas túnicas blancas, parecen reservadas a los espíritus celestes que dejaron la Tierra hace mucho tiempo, sus preocupaciones y sus vestimentas »

XI.17 Barthélémy: «El hecho de creer en Dios y en los espíritus, en la existencia del alma y su supervivencia en un hipotético Más allá, todas esas quimeras dependen de la neurosis obsesiva y son incompatibles con un mental científico. Tal es mi opinión, como lo era igualmente la de Francis Perrin, sabio considerable que fue profesor de física atómica y molecular en el Collège de France[3]

Un sabio aún más considerable, Thomas Edison (1847-1931), que con su lámpara de incandescencia ha transformado, literalmente, el mundo, no era de esa opinión. En sus últimos instantes murmuró al oído de su médico: “Es muy bello… verdaderamente bello el Más allá…” Su esposa, a quien debemos el testimonio, lo comentaba en estos términos: “Thomas había pasado su vida estudiando los fenómenos. Era un hombre sincero, un espíritu fundamentalmente objetivo. Nunca aceptaba un hecho sin haberlo controlado. Nunca habría dicho “Es muy bello el Más allá” si no estuviera seguro de lo que anunciaba. Su muerte fue a semejanza de su vida”.

Otro espíritu fundamentalmente objetivo y científico declaró: “Lo que sigue al estudio de la física está cerca de la metafísica, porque si examinamos la naturaleza de cerca ésta se volatiliza y no encontramos ya más que frecuencia de vibracione.” Y lo firmaba Einstein.

XI.18 Blaise: «Hay una cosa que me confunde: en sus comunicaciones, ciertos espíritus dicen que están en la oscuridad y como bajo tierra. Otros pretenden que viven entre nosotros, en nuestras casas, utilizando nuestros objetos y muebles. Algunos se ven en jardines con flores resplandecientes, otros en el espacio, en plena luz. ¿A quién hay que creer y qué pensar de esos testimonios contradictorios? »

No son contradictorios, se completan. Representan las diferentes posibilidades, los diferentes aspectos de una misma realidad. En el dominio físico ocurre lo mismo. Imaginemos que un extraterrestre desembarcase en pleno Pacífico: “Este planeta, diría él, está recubierto por entero de agua. Ningún rastro de civilización.”

“Ninguna señal de civilización” constataría igualmente quien sobrevolara el Sahara: “Ninguna vegetación, sólo arena, nada más que arena, planeta muerto.” Un tercero que cayera en el Polo Norte escribiría en su diario de a bordo: “¡Ningún otro habitante más que peces y pingüinos!” y concluiría como sus colegas: “¡Ningún rastro de civilización!”

Existe en el mundo de los espíritus la misma diversidad que sobre la Tierra: los que están en la oscuridad han cometido actos horribles en el curso de su encarnación y los expían en las zonas de tinieblas. Los que se ven encadenados en el suelo del cementerio son precisamente los materialistas que han negado la existencia del alma y la supervivencia. Los que deambulan entre nosotros, en nuestras casas y calles, han fallecido recientemente: demasiado pegados a la Tierra, no están aún libres de su atracción.

Los que se ven (o que usted mismo vea) en los jardines están en las zonas gozosas. Etimológicamente, paraíso significa jardín.

En cuanto a los que vuelan en el espacio, en plena luz, están completamente libres.

XI.19 Maurice: «Sería preciso que los señores y señoras espíritus afinasen sus violines y sus mensajes. Tan pronto como se trata de designar las diversas regiones del otro mundo unos hablan de esferas, de tres dimensiones, y otros de planos, de dos dimensiones. ¿A quién creer? ¿Quién tiene razón?»

Unos y otros tienen razón. No se trata de esferas o de planos en el sentido geométrico. Personalmente prefiero hablar de esferas, porque son volúmenes, realidades en tres dimensiones. No son lugares, sino estados, más precisamente, lugares estados a imagen de nuestro mental.

Cada uno evoluciona en su propia esfera, resultado de sus proyecciones, cada uno irradia sus sentimientos e ideas, constituyendo así su propia burbuja.

Existen tantas esferas como almas. Hay sitio hasta el infinito, el universo es profusión, sobreabundancia, inmensidad. Un solo ejemplo: se sabe ahora que está compuesto de cientos de millones de galaxias, cada una compuesta de cientos de millones de estrellas. Pero las burbujas, de las que ya hablaba el historiador griego Plutarco en el primer siglo de nuestra era, se reagrupan según sus afinidades. Son los enjambres de que habla Roland de Jouvenel, las sociedades de Swedenborg, y los egrégores de los ocultistas. Todas las esferas tienen un color dominante: azul o blanco para las almas muy evolucionadas; o solar para los mahatmas[4], los maestros de justicia, las grandes almas. Negro mezclado de rojo, donde los maléficos están presos en el karma de sus malvadas acciones. Esferas grises para los que no han hecho ni bien ni mal.

XI.20 Billy me hace observar que el profesor Richet, el célebre autor del “Tratado de Metafísica”, ha escrito que en sus mensajes los espíritus nunca nos han dado el camino a seguir para obtener un gran descubrimiento, sea científico, sea curativo.

Es completamente exacto. Hay dos razones para ello. La primera: contrariamente a lo que habitualmente se cree, los espíritus no son omniscientes. Son igual de ignorantes que algunos encarnados. La segunda razón es más imperiosa: admitiendo que conociesen la solución de tal o cual problema concerniente al bienestar o la salud de la humanidad, no están autorizados a comunicarla, pues eso suprimiría el esfuerzo humano, sus estudios, su trabajo y sobre todo su libre albedrío.

Nosotros estamos aquí abajo para combatir, actuar e investigar. La vida terrestre no está cocinada del todo.»

NOTAS

[1] El paso de la vida terrenal al Más allá (NdT)

[2]Una iglesia espiritualista es una iglesia afiliada al movimiento espiritista informal que se inició en los Estados Unidos de América en la década de 1840. (NdT)

[3]Institución educativa francesa situada en París. (NdT)

[4]Mahatma es un título religioso de la India. (NdT)